Todas las personas, bienes y servicios son susceptibles, "probables candidatos", de padecer un daño provocado por el agua en forma de riada o inundación. Es lo que se conoce como riesgo hidráulico, representado casualmente en el escaparate de la imagen. Donde vemos a las personas (maniquís) intentando protegerse del agua poniendo a salvo sus bienes y quedando el servicio de venta afectado.
Conceptualización del riesgo hidráulico.
De entre los maniquís, el único que parece asumir el riesgo es el del polo naranja que incluso con el gesto de sus manos parece decir:"que le vamos a hacer". Convirtiéndose en la figura que representa el riesgo que es socialmente admitido. Entendiendo que la protección de todos los elementos de un sistema territorial frente a los riesgos hidráulicos, haciéndolos nulos, no es viable.
Nuestras propias actividades e intervención en los procesos naturales nos han vuelto más vulnerables. Alteraciones de los sistemas de drenaje, prácticas en la agricultura, deforestación y deficiente gestión de las infraestructuras hidráulicas unido al número de probables candidatos, determinan el incremento expositivo al riesgo en determinadas áreas. Que por si solas pueden ser propensas a sufrir riesgos debido a su peculiar climatología (régimen elevado de precipitaciones, nevadas, sequía-tormenta,...) y a su emplazamiento (en franjas costeras, en cotas por debajo de los cursos de agua, próximas a infraestructuras hidráulicas,..).
Principalmente es en las grandes áreas urbanas donde se realizan mayor número de actividades o intervenciones, concentrando personas, bienes y servicios. Y por tanto donde normalmente, que no siempre, se focalizará el riesgo hidráulico. Máxime cuando las infraestructuras y dotaciones de la urbe han dado respuesta, a demandas sociales apremiantes, lo que dificulta un período de reflexión previa suficiente para analizar todas las variables con incidencia en su implantación territorial. Dando lugar con cierta frecuencia a soluciones poco adecuadas para evitar afecciones.
La cuantificación exacta de los dos factores que integran el concepto de riesgo (daño y probabilidad) comporta gran dificultad y requiere de información con un grado de detalle del que no se dispone normalmente en la práctica. Bien por carecer de bases de datos hidrometeorológicos fiables, imposibilidad predictiva de fenómenos naturales o por la imposibilidad de cuantificar daños sobre intangibles. Por ello, podemos establecer los siguientes criterios para llevar a cabo una primera evaluación del riesgo hidráulico.
El riesgo para las personas se puede evaluar en función de la altura de agua (calado) y la velocidad de corriente. Concurre una situación de riesgo para las personas cuando el agua alcance 1 m, cuando la velocidad de agua llegue a 1 m/s, o cuando el producto de la altura por la velocidad alcance el valor de 0,5. En el momento que las riadas e inundaciones incluyan elementos sólidos la estimación del riesgo se complica. Ya que tendremos que añadir tamaño-velocidad del proyectil (sólido) y zona del cuerpo humano que recibe el impacto.
Riesgo para las vidas humanas en función del calado y la velocidad. Fuente: Federal Emergency Management Agency, USA
Se produce un riesgo para los bienes materiales en los siguientes casos:
- Vehículos: Si se alcanzan los 0,3 m. de altura de agua.
- Estructuras ligeras: Si se llega a una altura de agua de 1,5 m, a una velocidad de 1,5 m/s o si su producto resulta superior a 1,0.
- Edificaciones: Si se alcanza una altura de agua de 2 m. o una velocidad de 2 m/s o si el producto de ambas alcanza el valor de 1,5.
Establecer una fórmula general para el riesgo en los servicios resulta demasiado complejo. Cada uno de ellos debe llevar a cabo un estudio de riesgo hidráulico para determinar su riesgo asociado.