30 noviembre 2012

Pobreza y transporte.


Disponer de carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos de calidad es fundamental para el buen funcionamiento de sectores económicos tan importantes como la agricultura, la industria, la minería o el turismo. Pero unas infraestructuras de transporte eficaces también pueden mejorar la prestación y el acceso a los servicios sociales más importantes, como la sanidad y la educación. Mejorando las tres dimensiones del IDH.


Relaciones directas: mayor índice de desarrollo humano, mejor reparto y  riqueza, mayor índice en la oferta de transportes.

Unas infraestructuras de buena calidad son factor clave del desarrollo sostenible. Para poder prosperar y ofrecer a su población un nivel de vida aceptable, todo país debe contar con sistemas eficaces de transporte, saneamiento, energía y comunicaciones. Por desgracia, muchos países en desarrollo poseen infraestructuras deficientes, lo que dificulta su crecimiento y merma su capacidad comercial en la economía global.

La inversión en infraestructuras puede contribuir a la consecución de los objetivos de desarrollo de cualquier país al facilitar el acceso a la sanidad y la educación, generar empleo e incrementar la capacidad comercial del país, al tiempo que reduce los costes de los bienes y servicios. Pero, además, unas buenas infraestructuras facilitan la labor de los agentes económicos y contribuyen a mejorar el medio ambiente.

El transporte contribuye al crecimiento económico porque moviliza los recursos humanos y físicos. Las mejoras en el transporte reducen los costos de transacción, permiten lograr economías de escala y especialización, amplían las oportunidades, expanden el comercio, integran los mercados, fortalecen la competencia, realzan la interacción social y, con el tiempo, aumentan los ingresos reales y el bienestar de una sociedad.

Por otro lado la pobreza, si bien principalmente caracterizada por ingresos y consumo muy bajos, también se manifiesta en muchas otras dimensiones, especialmente en la desnutrición, mala salud, analfabetismo, vulnerabilidad, aislamiento social y exclusión política. Cada una de estas dimensiones tiende a reforzar las otras y la mayoría de ellas tiene alguna relación con el transporte.

Un transporte adecuado es imprescindible para poder reducir la pobreza. Por este motivo, las políticas de transporte y los programas de inversión forman parte importante de la estrategia de reducción de la pobreza en los países de bajos ingresos, donde el transporte está, por lo general, subdesarrollado. Un buen sistema de transporte reduce la pobreza porque fomenta el desarrollo económico, complementando la mayoría de las intervenciones dirigidas a reducir la pobreza y alentando a los pobres a participar en los procesos sociales y políticos.




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