Este año 2015 celebramos el Día
Mundial del Agua bajo el lema “Agua y
Desarrollo Sostenible”. Una jornada idónea para poner de manifiesto la
relevancia del recurso agua en el desarrollo sostenible de los seres humanos.
El agua potable es un recurso
básico, vital y no sustituible para el desarrollo normal de cualquier
población y economía. En este sentido, disponer de agua tiene una enorme
importancia económica, social y ambiental (ejes que conforman la
sostenibilidad) para cualquier sistema
territorial. Se estima que cada euro que se invierte en agua redunda en una
actividad productiva por valor de siete euros, que se suma al incalculable
beneficio que supone la reducción de la pobreza, la mejora de la salud y el
aumento del nivel de vida (bienestar humano).
En un planeta donde solo el 1%
del agua existente es apta para el consumo humano, aproximadamente 2% es agua
dulce, y 750
millones de personas no tienen garantizado el acceso al agua. Siendo la
distribución de los recursos hídricos muy poco equitativa al mismo tiempo que
la población crece y las necesidades del desarrollo, sostenible o no, exige
mayor cantidad de agua para las ciudades, la industria, la agricultura,… La
presión sobre los recursos hídricos aumenta exponencialmente, llevando a tensiones y conflictos, así como a un impacto
excesivo en el medio ambiente. Todo lo anterior, hace necesario
afectar al ciclo hidrológico para cubrir nuestras propias necesidades. Producirla industrialmente, tratarla, transportarla,
reutilizarla,… Inevitablemente debemos alterar el ciclo hidrológico para
atender las demandas. Así surge la idea mater para cohesionar los ejes de la
sostenibilidad. Aquella que me impulsa a afirmar que a nivel global, el desarrollo sostenible en gestión del
agua pasa por afectar lo menos posible al ciclo hidrológico llevando a cabo una
protección real del recurso. Esto a
nivel individual puede concretarse mediante actuaciones hidrológicas u acciones,
que van desde establecer perímetros de protección (gestor) hasta cerrar un
grifo (usuario final). Entonces presumiblemente, el desarrollo sostenible es cosa de todos y todas.
La asignación de los recursos
hídricos es una de las bases para promulgar un desarrollo sostenible. Conocer cuanta cantidad y calidad de agua requiere
un sistema territorial para desarrollarse es imprescindible para llevar a cabo
una correcta asignación de los recursos. Que a su vez redundará en la menor
afección del ciclo hidrológico.
Gracias al avance de la
tecnificación de los procesos de tratamientos de aguas y en gran medida, a la
producción industrial del agua, (desalación, desalinización, reutilización), se
han conseguido generar nuevos recursos, liberando usos y dando mayor libertad a
la asignación.
El desarrollo sostenible pasa también por dar mayor
realce al tema de
la calidad del agua exhortando a gobiernos, organizaciones, comunidades y
personas en todo el mundo a que adopten medidas en relación con ese tema y
realicen actividades de prevención de la contaminación, limpieza y
rehabilitación, entre otras.
Sin bien es verdad, que millones
de personas no tienen garantizado el acceso al saneamiento. Los aspectos
sanitarios se integran cada día más dentro de la planificación y la gestión
hídrica, y en definitiva se promulga la protección
de la salud de las personas y la del
medio ambiente dentro de los sistemas territoriales. Pero, ¿Y quién protege
al agua? Por suerte es una pregunta a la que se le ha dado respuesta. Al menos
a nivel europeo con la entrada en vigor de la Directiva 2000/60/CE del
Parlamento y del Consejo Europeo, de 23 de octubre de 2000, por la que se
establece un marco comunitario de actuación en el ámbito de la política de
aguas (Directiva Marco del Agua). Que ya en su preámbulo entiende que el agua no es un bien comercial como
los demás, sino un patrimonio que hay que proteger, defender y tratar como tal.
Cambiando la correlación de valores de la política pública de aguas,
colocando en primer lugar la protección
de las aguas y ecosistemas, y en segundo su uso sostenible. Incorporando
los instrumentos económicos como elementos decisivos para lograr el uso
sostenible. Es decir, que se prioriza la protección sobre el propio uso
sostenible. Sin perjuicio de llevar a cabo la promoción de los usos
sostenibles. Adoptando la política de aguas un nuevo enfoque ecosistémico (concepto de ecosistema y su uso
sostenible) en el que se fija el establecimiento de un marco para la protección
de las aguas continentales, las aguas de transición, las aguas costeras y las
aguas subterráneas con los objetivos siguientes; muchos de ellos claves para
abogar por el desarrollo sostenible:
- La prevención del deterioro adicional y la protección y mejora de los ecosistemas acuáticos, así como de los ecosistemas terrestres dependientes. Y humedales directamente dependientes de los ecosistemas acuáticos.
- La promoción de los usos sostenibles
del agua.
- La protección y mejora del medio acuático.
- La reducción de la contaminación de las aguas subterráneas.
- La paliación de los efectos de inundaciones y sequías.
Este último punto, alusivo a las inundaciones está
de plena actualidad en España. Sobre todo en la vertiente noreste del país. El
efecto de las tormentas e inundaciones que destruyen cosechas, contaminan el
agua dulce e inutilizan infraestructuras hidráulicas con funciones
territoriales básicas para el desarrollo. Provocan situaciones de riesgo para
las personas, los bienes y los servicios completamente contrarias a lo que se
entiende por desarrollo sostenible. Asegurar
el mantenimiento de la seguridad ante los riesgos hidráulicos se configura como
requisito indispensable dentro del desarrollo sostenible de un sistema
territorial.
Es
necesaria una mayor integración de la protección y la gestión sostenible del
agua en otros ámbitos políticos, tales como las políticas en materia de
energía, transporte, agricultura, pesca, política regional y turismo. Me
gustaría cerrar este artículo lanzando un propósito claro en línea con la
protección y el desarrollo sostenible recogido en la Directiva Marco del Agua: “Para el año 2015 debe de haberse alcanzado
el buen estado de las aguas y de los ecosistemas acuáticos de todos los países
de la Unión, para lo cual será preciso desarrollar y aplicar planes de gestión
que garanticen este objetivo”. Sin
duda 2015 es el año de la protección para el desarrollo sostenible.