22 marzo 2015

Día Mundial del Agua 2015.

Este año 2015 celebramos el Día Mundial del Agua bajo el lema “Agua y Desarrollo Sostenible”. Una jornada idónea para poner de manifiesto la relevancia del recurso agua en el desarrollo sostenible de los seres humanos.


El agua potable es un recurso básico, vital y no sustituible para el desarrollo normal de cualquier población y economía. En este sentido, disponer de agua tiene una enorme importancia económica, social y ambiental (ejes que conforman la sostenibilidad) para cualquier sistema territorial. Se estima que cada euro que se invierte en agua redunda en una actividad productiva por valor de siete euros, que se suma al incalculable beneficio que supone la reducción de la pobreza, la mejora de la salud y el aumento del nivel de vida (bienestar humano).

En un planeta donde solo el 1% del agua existente es apta para el consumo humano, aproximadamente 2% es agua dulce, y 750 millones de personas no tienen garantizado el acceso al agua. Siendo la distribución de los recursos hídricos muy poco equitativa al mismo tiempo que la población crece y las necesidades del desarrollo, sostenible o no, exige mayor cantidad de agua para las ciudades, la industria, la agricultura,… La presión sobre los recursos hídricos aumenta exponencialmente, llevando a  tensiones y conflictos, así como a un impacto excesivo en el medio ambiente. Todo lo anterior, hace necesario afectar al ciclo hidrológico para cubrir nuestras propias necesidades. Producirla industrialmente, tratarla, transportarla, reutilizarla,… Inevitablemente debemos alterar el ciclo hidrológico para atender las demandas. Así surge la idea mater para cohesionar los ejes de la sostenibilidad. Aquella que me impulsa a afirmar que a nivel global, el desarrollo sostenible en gestión del agua pasa por afectar lo menos posible al ciclo hidrológico llevando a cabo una protección real del recurso.  Esto a nivel individual puede concretarse mediante actuaciones hidrológicas u acciones, que van desde establecer perímetros de protección (gestor) hasta cerrar un grifo (usuario final). Entonces presumiblemente, el desarrollo sostenible es cosa de todos y todas.

La asignación de los recursos hídricos es una de las bases para promulgar un desarrollo sostenible. Conocer cuanta cantidad y calidad de agua requiere un sistema territorial para desarrollarse es imprescindible para llevar a cabo una correcta asignación de los recursos. Que a su vez redundará en la menor afección del ciclo hidrológico.

Gracias al avance de la tecnificación de los procesos de tratamientos de aguas y en gran medida, a la producción industrial del agua, (desalación, desalinización, reutilización), se han conseguido generar nuevos recursos, liberando usos y dando mayor libertad a la asignación.

El desarrollo sostenible pasa también por dar mayor realce al tema de la calidad del agua exhortando a gobiernos, organizaciones, comunidades y personas en todo el mundo a que adopten medidas en relación con ese tema y realicen actividades de prevención de la contaminación, limpieza y rehabilitación, entre otras.

Sin bien es verdad, que millones de personas no tienen garantizado el acceso al saneamiento. Los aspectos sanitarios se integran cada día más dentro de la planificación y la gestión hídrica, y en definitiva se promulga la protección de la salud de las personas y la del medio ambiente dentro de los sistemas territoriales. Pero, ¿Y quién protege al agua? Por suerte es una pregunta a la que se le ha dado respuesta. Al menos a nivel europeo con la entrada en vigor de la Directiva 2000/60/CE del Parlamento y del Consejo Europeo, de 23 de octubre de 2000, por la que se establece un marco comunitario de actuación en el ámbito de la política de aguas (Directiva Marco del Agua). Que ya en su preámbulo entiende que el agua no es un bien comercial como los demás, sino un patrimonio que hay que proteger, defender y tratar como tal. Cambiando la correlación de valores de la política pública de aguas, colocando en primer lugar la protección de las aguas y ecosistemas, y en segundo su uso sostenible. Incorporando los instrumentos económicos como elementos decisivos para lograr el uso sostenible. Es decir, que se prioriza la protección sobre el propio uso sostenible. Sin perjuicio de llevar a cabo la promoción de los usos sostenibles. Adoptando la política de aguas un nuevo enfoque ecosistémico (concepto de ecosistema y su uso sostenible) en el que se fija el establecimiento de un marco para la protección de las aguas continentales, las aguas de transición, las aguas costeras y las aguas subterráneas con los objetivos siguientes; muchos de ellos claves para abogar por el desarrollo sostenible:

  • La prevención del deterioro adicional y la protección y mejora de los ecosistemas acuáticos, así como de los ecosistemas terrestres dependientes. Y humedales directamente dependientes de los ecosistemas acuáticos.
  • La promoción de los usos sostenibles del agua.
  • La protección y mejora del medio acuático.
  • La reducción de la contaminación de las aguas subterráneas.
  • La paliación de los efectos de inundaciones y sequías.
Este último punto, alusivo a las inundaciones está de plena actualidad en España. Sobre todo en la vertiente noreste del país. El efecto de las tormentas e inundaciones que destruyen cosechas, contaminan el agua dulce e inutilizan infraestructuras hidráulicas con funciones territoriales básicas para el desarrollo. Provocan situaciones de riesgo para las personas, los bienes y los servicios completamente contrarias a lo que se entiende por desarrollo sostenible. Asegurar el mantenimiento de la seguridad ante los riesgos hidráulicos se configura como requisito indispensable dentro del desarrollo sostenible de un sistema territorial.

Es necesaria una mayor integración de la protección y la gestión sostenible del agua en otros ámbitos políticos, tales como las políticas en materia de energía, transporte, agricultura, pesca, política regional y turismo. Me gustaría cerrar este artículo lanzando un propósito claro en línea con la protección y el desarrollo sostenible recogido en la Directiva Marco del Agua: “Para el año 2015 debe de haberse alcanzado el buen estado de las aguas y de los ecosistemas acuáticos de todos los países de la Unión, para lo cual será preciso desarrollar y aplicar planes de gestión que garanticen este objetivo”. Sin duda 2015 es el año de la protección para el desarrollo sostenible. 



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